
San Pablo es la quintaesencia del maestro cristiano, un apasionado discípulo y hermano. Ésta es su oración para aquellos a los que guiaba en su fe: “Que el Señor dirija vuestros corazones al Amor de Dios y a la estabilidad de Cristo” (2 Ts 3, 5).
Yo creo que también el propósito de la meditación es que nuestros corazones estén dirigidos hacia el Amor de Dios. La estabilidad de Cristo es la lealtad requerida si es que vamos a permanecer en este camino de conversión, camino que constantemente se olvida de sí mismo, y se desplaza más allá hacia Dios. El Amor de Dios se alcanza, según san Pablo, mediante la estabilidad que encontramos en Cristo.
El Amor implica una aceptación total del otro,
una direccionalidad hacia el otro
que es enteramente incondicional.
Es una aceptación del otro tan absoluta, que uno mismo se pierde. Para tal amante, sólo existe el otro. Y la extraordinaria paradoja del Amor es que, en tal estado de entrega, donde el yo se pierde y se olvida, nos encontramos a nosotros mismos casi por primera vez, y nos maravillamos. El elemento nuevo es que somos amados.
De no ser amados, no podríamos nunca
encontrarnos a nosotros mismos.
John Main
Del libro: Maranatha, Camino de la Meditación
Editorial Lumen, Argentina
Título original: The Heart of Creation
Darton, Longman & Todd Ltd.
PREGUNTA DE LA SEMANA
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