
Dios ha derramado su Amor en nuestros corazones – John Main, OSB
En su resurrección y retomo al Padre, la persona humana que es Jesús, uno de nosotros, trascendió todos los límites de la condición humana: las fronteras del miedo y de la ignorancia, así como las limitaciones del tiempo y del espacio. Alcanzó una presencia universal en el centro de todas las cosas. En los seres humanos, consiguió estar vivo y presente en ese núcleo de nuestro ser que llamamos corazón; y su presencia en nosotros es distinta a su presencia en la materia que carece de conciencia. En nosotros vive en un ser consciente capaz de crecer en su conocimiento y de reconocerlo y responderle a un nivel personal. La presencia de Jesús en nuestro interior, su Espíritu Santo, nos llama a descubrir en toda su amplitud ese nivel de nuestra existencia. En un instante nos abrimos a nosotros mismos, al Espíritu que habita en nosotros, y así nos abrimos al conocimiento de la comunión con Dios a la cual estamos llamados a participar. Por ello, no despertamos a una soledad platónica, sino a una comunión plena de todos los seres en el Ser mismo.
Comenzamos con la tenue impresión de que el Espíritu aletea en nuestro corazón, siendo así la presencia de Otro a través del cual nos conocemos a nosotros mismos. Al abrimos a su plena realidad, al escuchar a nuestro corazón, nos encontramos con la prueba viva de nuestra fé que justifica esa primera impresión tenue, esa primera esperanza. y como san Pablo dijo a los romanos, «la paciencia produce virtud sólida, y la virtud sólida esperanza. Una esperanza que no engaña porque, al damos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones» (Rom 5, 4-5). Los excesos del lenguaje paulino son los que conlleva el descubrimiento de la realidad del Espíritu, de la experiencia del gozo liberado, colmado y rebosante, que Jesús predicó y que comunica a través de su Espíritu. Es el exceso de la oración.
En gran medida hemos terminado por concibiendo la oración como un movimiento de nosotros hacia Dios, como una actividad de la que somos responsables o un deber que llevamos a cabo para agradar o aplacar a Dios. Puede haber cierto encanto, cierta sinceridad infantil en ello, pero la verdadera oración se abstiene de lo sentimental. Hemos sido llamados a alcanzar una madurez espiritual en la que, según afirma san Pedro, tengamos «vida divina gracias a su condición espiritual» (1 Pe 4, 6). Ahora bien, si él, san Pablo y el Nuevo Testamento en su conjunto merecen ser tomados en serio, debemos aclarar que la oración es algo más que aquello que decimos a Dios o imaginamos de él, o que aquellos pensamientos santos que podamos tener. De hecho, según afirmó el apóstol Pablo, ésta no puede ser una verdadera explicación de la oración si es cierto que ni siquiera sabemos cómo rezar. Antes bien, como continúa diciendo: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8, 26).
Por consiguiente, la oración es la vida del Espíritu de Jesús dentro de nuestro corazón: el Espíritu cuya unción nos incorpora al Cuerpo de Cristo y nos hace regresar plenamente abiertos al Padre. Oramos cuando despertamos a la presencia de este Espíritu en nuestro corazón. De ahí que no pueden existir formas o métodos de oración. Solamente hay una oración: la corriente de amor entre el Espíritu de Jesús resucitado y su Padre, a la cual nos incorporamos. Por ello, no hay una oración temporal o parcial, como si el Espíritu no estuviese siempre vivo en nuestro corazón. Sin embargo, hay momentos, nuestra meditación dos veces al día , en los que nos concentramos por completo en esa realidad que está siempre presente. Alcanzamos un nivel de percepción hacia el que san Pablo obviamente dirigía a los tesalonicenses cuando les dijo: «Orad en todo momento» (1 Tes 5, 17), cuando somos conscientes de esa realidad en todo momento en medio de las más diversas actividades o preocupaciones.
John Main,OSB
Del libro: Una Palabra hecha Silencio
Ediciones Sígueme de Salamanca
Para la difusión gratuita de la Meditación Cristiana
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