La fuerza del mantra – John Main, OSB
Toda oración cristiana consiste básicamente en la experiencia de ser inundados por el Espíritu Santo, de modo que al hablar o reflexionar sobre la oración debemos centramos firmemente en el Espíritu, no en nosotros. El apóstol Pablo lo expresa con las siguientes palabras: «Nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables. Por su parte, Dios, que examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu» (Rom 8, 26-27).
La experiencia de la oración, de ser inundados por el Espíritu Santo, aumenta la capacidad de admirarnos y de comprender el inmenso potencial de nuestro ser. En cierto sentido podemos decir que, antes de orar, la principal idea acerca de la realidad es la de sus límites. Contemplamos todo en su dimensión efímera, pasando a nuestro lado. Nos descubrimos atrapados en el samsara budista, el inevitable círculo de nacimiento y muerte. Pero después de orar, la principal convicción sobre nosotros mismos y la creación entera es la capacidad infinita que tienen todas las cosas para ser mediaciones de los prodigios y el esplendor de Dios.
Entonces sucede algo maravilloso. Junto a esta creciente sensación de asombro ante la fuerza de Dios en nuestro interior, descubrimos una armonía cada vez más profunda; la plenitud creadora que poseemos, sintiendo que nos conocemos por vez primera. En cualquier caso, la naturaleza auténticamente trascendente de este descubrimiento consiste en que no sólo comenzamos a valorar nuestra armonía personal, sino que empezamos a experimentarla como una capacidad pra mostrar verdadera empatía, una posibilidad de estar en paz con los demás y con la creación entera.
A través de la meditación, nuestro progreso en esta percepción cada vez más intensa de que el Espíritu ora en nosotros depende simplemente de una mayor fidelidad al recitado del mantra. La repetición constante de esa palabra integra todo nuestro ser. Es así porque nos conduce hacia el silencio y la concentración, hacia ese nivel de conciencia necesario que nos permite abrir nuestra mente y nuestro corazón a la obra del Amor de Dios en lo profundo de nuestro ser.
Para comprender el proceso una vez más, empieza por sentarte cómodamente y en calma, y después comienza a recitar tu mantra en el silencio de la mente: Maranatha … Ma-ra-na-tha … Repite esta palabra sin prisas, tranquilo y, sobre todo, constantemente durante los veinte o treinta minutos que dure tu meditación. Empezamos diciendo el mantra en nuestra mente. Para la persona occidental, que se ha visto limitada a esta modalidad mental, no existe otra manera de comenzar. Pero al progresar, el mantra empieza a sonar no tanto en la cabeza como en el corazón. Es decir, parece arraigarse en lo más hondo de nuestro ser.
John Main, OSB
Del libro: Word into Silence – traducido como “Una Palabra hecha Silencio”
© Canterbury Press, 2006 13-17 Long Lane, London ECIA 9PN, Reino Unido
© Ediciones Sígueme S.A.U., 2008
Para la difusión gratuita de la Meditación Cristiana
Editado por Hugo Mateo y Ricardo Centurión
PREGUNTA DE LA SEMANA
¿Cuál es el efecto del mantra en tu vida?
Publicaré tu escrito en el sitio web y en las redes sociales donde podrás también ver las reflexiones de otros meditadores, lo que nos ayuda tanto en el compartir como en el aprender del otro. Por favor indica el nombre de la ciudad y del país donde te encuentras y manda tu escrito a permanecerensuamor@gmail.com
Nota: Nos reservamos el derecho de elegir las reflexiones que como son de dominio público, deben de ser claras, simples y que estén totalmente relacionadas con la experiencia de la meditación cristiana. La idea es compartir el regalo y así dar a conocer la meditación cristiana en su cualidad de simplicidad.