
La gran pobreza del mantra – John Main, OSB
En la medida que vas perseverando con tu mantra, te darás cuenta más profundamente a partir de tu experiencia, lo que Jesús quería decir cuando dijo “Bienaventurados los pobres de espíritu”. John Main.
La tarea esencial del cristiano es comprender la pobreza como una condición espiritual para el desarrollo, ver la oración como la profundización de nuestra conversión, de ir de nosotros mismos a Dios con fe.
La tradición monástica siempre ha enfatizado, desde Cassian y San Benito, que la pobreza es la condición de la oración.
La enseñanza y la tradición monástica de la oración nos dice, en cada generación, a todos los cristianos, no solo los monjes, que nuestra oración es la celebración de la pobreza, nuestra experiencia de la pobreza. Entonces la enseñanza de la oración consiste en dejarnos llevar por el Espíritu a una generosa y total pobreza de espíritu. Para Cassian y hasta nuestros días, la tradición monástica enseña lo que Cassian escribió en su Décima Conferencia sobre la Oración hacia “la pobreza de un solo verso”. Somos llevados a la plenitud del Amor, hacia la oración de Cristo que es el Espíritu que ora en nuestros corazones, por nuestra simplicidad, humildad, apertura y comprometiéndonos totalmente a la repetición de una frase sagrada.
John Cassian habla del propósito de la meditación como restringiendo nuestra mente a la pobreza de un solo verso. Él dice:
“La mente debe incesantemente colgarse al mantra, hasta que se fortalece a fuerza de usarla continuamente, cuando ésta llega a rechazar la riqueza de todo tipo de pensamientos, restringiéndose a la pobreza de un solo verso… Aquellos que se percatan de esta pobreza, entenderán mejor la primera de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu pues de ellos es el Reino de los Cielos” (Mateo 5:3)” – (Conferencia 10-11)
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Cassian habla de hacernos “grandemente pobres”. La oración es al mismo tiempo el reconocimiento y la experiencia de nuestra propia pobreza, nuestra total dependencia con Dios, quien es la fuente de nuestro ser. Pero también es la experiencia de la redención, nuestro enriquecimiento por el Amor de Dios en Jesús. Este doble aspecto de la oración, de pobreza y de redención, es lo que lleva a Cassian a llamar a esta condición que gozamos en la oración “la gran pobreza”.
Ciertamente la meditación te dará más claridad sobre la pobreza. Mientras perseveres con el mantra, comenzarás a comprender mejor, y de forma más profundo, tu propia experiencia en relación a lo que dijo Jesús, “Bienventurados los pobres de espíritu” (Mateo 5:3). También aprenderás de forma muy concreta lo que significa la lealtad mientras que lealmente perseveras en la repetición del mantra. En la meditación, entonces, declaramos nuestra propia pobreza. Renunciamos a las palabras, pensamientos, imaginación y lo hacemos restringiendo a la mente a la pobreza de una sola palabra. El mantra es el sacramento de nuestra pobreza en la oración.
Como lo describe Cassian, el mantra contiene toda la que la mente humana puede expresar así como todo lo que el corazón humano puede sentir. Esa pequeña palabra nos invita y nos lleva al silencio que es silencio de energía creativa.
Cassian escribió: “La meta principal del cristiano es la realización del Reino de Dios, el poder del Espíritu de Jesús en su corazón”. Pero no podemos llegar a esto por nuestros propios esfuerzos o tramando una forma para hacerlo. Tenemos una meta más simple y más inmediata, que se llama “pureza de corazón”. Y esto es lo que debe preocuparnos, el resto se te dará. Y el camino a la pobreza de corazón es el camino de pobreza, de la gran pobreza del mantra.
John Main,OSB
Del libro: Hunger for Depth and Meaning
Traducido por Lucía Gayón
Para la difusión gratuita de la Meditación Cristiana
PREGUNTA DE LA SEMANA
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