Restaurar la unidad de la mente y del corazón – John Main, OSB
Los maestros espirituales de la Iglesia ortodoxa siempre han insistido en la importancia fundamental de lo que ellos denominan la «oración del corazón». Consideran que la consecuencia más relevante de la caída primigenia es la separación de la mente y el corazón en la persona, y ciertamente esa sensación de disgregación interior impregna toda la concepción antropológica de Occidente. La palabra que usamos hoy para referimos al pecado es alienación. Si reflexionamos sobre la enorme variedad de sentidos que la palabra tiene para nosotros – el sentido marxista, la sensación de impotencia y absurdo, la alienación personal, la incapacidad de encontrar normas válidas que regulen las relaciones sociales o personales-, y si meditamos sobre la idea que tenemos de nosotros mismos, caeremos en la cuenta de cuán profundamente divididos nos encontramos.
En el contexto de la meditación, todas esas alienaciones coinciden en una ruptura fundamental entre mente y corazón. La mente es el órgano que usamos para conocer la verdad; el corazón, el que utilizamos para amar. Pero no pueden actuar independientemente sin dejamos una sensación de fracaso, deshonestidad, tedio o evasión de nosotros mismos a través de una acción frenética.
La comprensión verdaderamente religiosa de nuestra naturaleza humana no se cifra en términos de premios y castigos, sino de plenitud y división. La intuición religiosa más importante de Oriente y Occidente es que nuestras alienaciones quedan superadas, y en el corazón se unen la capacidad de pensar y la de sentir. Uno de los Upanishads señala que la mente ha de ser conservada en el corazón (Maitri Upanishad 6, 24). San Pablo proclama la misma idea de la unidad de la persona cuando concede al Amor la supremacía sobre las demás dimensiones y actividades (1 Cor 13, l3). Los santos de la Iglesia ortodoxa consideran que la tarea esencial de la vida cristiana consiste en restaurar dicha unidad, logrando que la mente y el corazón se integren por medio de la oración.
El mantra proporciona esa fuerza integradora. Se parece a un instrumento musical que suena en lo más íntimo de nuestro espíritu, conduciéndonos a una sensación cada vez más profunda de nuestra unidad y armonía esenciales. Nos lleva a la fuente de dicha armonía, a nuestro centro, de manera similar a como el pitido del radar guía a un avión que vuela entre densas nieblas. También nos estructura, en el sentido de que sintoniza nuestras potencias y capacidades, como un imán que pasa sobre limaduras de hierro y las atrae a sus polos.
John Main, OSB
Del libro: Word into Silence – traducido como “Una Palabra hecha Silencio”
© Canterbury Press, 2006 13-17 Long Lane, London ECIA 9PN, Reino Unido
© Ediciones Sígueme S.A.U., 2008
Para la difusión gratuita de la Meditación Cristiana
Editado por Hugo Mateo y Ricardo Centurión
PREGUNTA DE LA SEMANA
¿Que te gusta más de este escrito y por qué?
Publicaré tu escrito en el sitio web y en las redes sociales donde podrás también ver las reflexiones de otros meditadores, lo que nos ayuda tanto en el compartir como en el aprender del otro. Por favor indica el nombre de la ciudad y del país donde te encuentras y manda tu escrito a permanecerensuamor@gmail.com
Nota: Nos reservamos el derecho de elegir las reflexiones que como son de dominio público, deben de ser claras, simples y que estén totalmente relacionadas con la experiencia de la meditación cristiana. La idea es compartir el regalo y así dar a conocer la meditación cristiana en su cualidad de simplicidad.