
La ilusión es el letargo de nuestras emociones, muchas veces nos hacen ruido, ponen distancia entre lo que vemos o se imponen con lo que sentimos.
La realidad es siempre una ventana abierta.
Cuando meditamos somos transformados de a poco lentamente.
El silencio que nos habita, va modificando emociones y sentimientos.
Una realidad de amor nos invade, surge como lluvia de gracia divina, un amor oblativo.
Un perdón que nos redime y nos encauza hacia un estado de paz con el otro y con nosotros mismos.
Realidad e ilusión pierden su fuerza, para que nuestra esencia sea agua transparente en el manantial Divino.
Somos en El un instante eterno.
Liliana Mellano
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